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miércoles, 13 de diciembre de 2017

XIII

A un ángel que subió al cielo

Hoy como cada trece de diciembre  desde hace cuatro años, escribo para reflejar los sentimientos de muchos, de una familia que se rompió el día que se marchó un ángel.
Tal vez escriba para cobijar los sentimientos de muchos o tal vez porque es la manera de mantenerte vivo. Sé que hoy ella me llamará y me pedirá que te escriba, por ella, por sus amigos, por sus hijos, por su familia. Pero lo que ella no se imagina es que llevo cerca de un mes preparando esto. Para que sea vuestro, para que sea de ella.
Llevamos mil cuatrocientos treinta días vividos sin ti. Llevamos tres navidades sin ti. Llevamos cuatro años sin vernos y parece que ha pasado una vida entera. Has dejado tantos recuerdos, en nuestra piel, en nuestras vidas, pero sobretodo en nuestro corazón. Porque cuando has querido tanto a un amigo, a un tío, a un cuñado, a un padre y a un marido, nunca se deja de querer.
Los días siguen sumando sin ti, las lágrimas se van restando poco a poco pero nuestros corazones siguen igual de vivos que la vida que nos diste.
Quiero que todos los que leamos esta carta nos emocionemos, recordemos, pero sobre todo, quiero que sonriamos. Sonreír de felicidad, de emoción, de nostalgia, de recuerdos. Por ti, por él, por nosotros.

Te pienso y aún se me encoge un pellizco que aprieta.


Ayer, hoy, mañana y siempre. 

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